Cuando se habla de Japón, lo primero que viene a la mente suelen ser sus bulliciosas metrópolis, su milenaria cultura y su exquisita gastronomía. Sin embargo, hay una manera única de descubrir el país del sol naciente que pocos viajeros consideran: recorrerlo en furgoneta o autocaravana. Este estilo de viaje ofrece una libertad sin igual, permitiendo explorar no solo las grandes ciudades como Tokio, Kioto u Osaka, sino también rincones menos conocidos, rodeados de naturaleza, historia y tradición.

Japón, a pesar de su fama de ser un destino costoso, puede volverse sorprendentemente asequible al optar por una autocaravana. Con este medio de transporte, el alojamiento y la movilidad se combinan en una sola inversión, permitiendo que cada día de viaje sea una aventura distinta.

Kitsuki

Desde relajarse en un onsen en medio de las montañas hasta dormir junto a un lago con vistas al majestuoso Monte Fuji, la experiencia se convierte en un viaje inolvidable. Si alguna vez soñaste con recorrer Japón a tu propio ritmo, este artículo te llevará por siete lugares imperdibles para descubrir en furgoneta.

Ciudad del Castillo Kitsuki

Para empezar el viaje, en la prefectura de Oita, tenemos la ciudad del castillo de Kitsuki, un destino que transporta a los viajeros a la época samurái. Considerado el más pequeño del país, se alza en una colina con vistas panorámicas al Mar Interior de Seto.

Aunque su tamaño es modesto, su importancia histórica es innegable, y dentro de sus terrenos se encuentra un museo con artefactos de la era samurái. Pero lo que hace especial a esta ciudad es su disposición única en forma de “sándwich”, donde los barrios samuráis están ubicados en dos mesetas separadas y el distrito mercantil se encuentra entre ambas. Aquí, se pueden visitar residencias restauradas como el Ohara-tei, antiguo hogar del clan Matsudaira.

Las calles empedradas y las laderas como Suyanosaka y Shioyanosaka ofrecen vistas icónicas del casco histórico, siendo escenarios recurrentes en rodajes televisivos. Además, Kitsuki promueve su legado cultural permitiendo a los visitantes recorrer sus calles vestidos con kimono tradicional. Todo esto, combinado con su gastronomía local y festivales anuales, la convierte en una parada fascinante para descubrir la historia de Japón.

Parque Nacional de Fuji-Hakone-Izu

Fuji

El Parque Nacional de Fuji-Hakone-Izu es una de las áreas naturales más diversas y espectaculares de Japón. Situado entre las prefecturas de Yamanashi, Shizuoka, Kanagawa y la zona occidental de Tokio, este parque abarca una increíble variedad de paisajes, desde montañas sagradas hasta islas volcánicas, pasando por bosques densos y lagos cristalinos. El Monte Fuji, el símbolo más icónico de Japón, domina el paisaje del parque y es un destino imperdible para senderistas y fotógrafos. Alrededor de su base, los Cinco Lagos del Fuji ofrecen vistas panorámicas perfectas y oportunidades para disfrutar de deportes acuáticos.

Más al sur, Hakone es famoso por sus aguas termales, el Lago Ashinoko y el valle volcánico de Ōwakudani, donde es posible ver fumarolas sulfurosas y probar los famosos huevos negros cocidos en aguas termales. Para los amantes del mar, la península de Izu y el archipiélago de Izu ofrecen playas volcánicas, acantilados espectaculares y algunos de los mejores puntos de buceo del país, como Izu Ocean Park y Osezaki. Además, el parque alberga maravillas naturales como la densa selva de Aokigahara, la impresionante Catarata Shiraito y senderos históricos como el antiguo camino de Tokaido.

Valle Kiso

El Valle Kiso es para aquellos viajeros que quiere ir directamente Japón feudal, con sus antiguos pueblos de correos y senderos históricos. Siguiendo el curso del río Kiso, este valle de 60 kilómetros de longitud serpentea entre montañas cubiertas de espesos bosques. Entre sus paradas está la ruta Nakasendō, un antiguo camino comercial que conectaba Edo (actual Tokio) con Kioto. A lo largo de este sendero, se encuentran pueblos como Magome y Tsumago, dos de las estaciones de correos mejor conservadas de la época Edo.

Caminar entre estas localidades es revivir el pasado, ya que las calles empedradas, las casas de madera y las posadas tradicionales evocan la atmósfera de los viajeros de antaño. Para quienes recorren Japón en furgoneta, el Valle Kiso ofrece múltiples áreas de descanso, como los Michi-no-Eki, ideales para pasar la noche y convivir con otros viajeros. Además, la región es famosa por su gastronomía local, con platos como el gohei-mochi, un aperitivo de arroz glaseado con miso.

Matsumoto

Matsumoto

El símbolo más icónico de la ciudad es el Castillo de Matsumoto, una de las fortalezas originales mejor conservadas de Japón. Su estructura de madera y su elegante diseño de cinco pisos le han valido el apodo de «Castillo del Cuervo» debido a su imponente color negro. Desde su torre principal, se pueden admirar las majestuosas montañas de los Alpes Japoneses.

Además de su legado samurái, Matsumoto alberga el Museo Escuela de Kaichi, una de las primeras escuelas públicas del país, cuya arquitectura fusiona influencias japonesas y occidentales. Otro emblema cultural son los temari, coloridas pelotas decorativas hechas a mano, que han sido una tradición en la región durante siglos. Por otro lado, para aquellos que buscan una experiencia más relajante, los visitantes pueden disfrutar de los baños termales de la zona.

Nikko

Nikkō, cuyo nombre significa «luz del sol», es una ciudad de la prefectura de Tochigi famosa por su impresionante conjunto de templos y santuarios, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999. El santuario Toshogu es el mayor atractivo de Nikkō, construido en honor a Tokugawa Ieyasu, primer shogun del clan Tokugawa, destaca por su arquitectura opulenta, repleta de detalles dorados, tallas elaboradas y una fusión única de elementos sintoístas y budistas.

No muy lejos, el santuario Futarasan, fundado en el año 782, ofrece un ambiente más sobrio y armonioso, en plena conexión con la naturaleza. Otro lugar de gran relevancia es el mausoleo Taiyuinbyo, donde descansa Tokugawa Iemitsu, nieto de Ieyasu. Su diseño mantiene la elegancia del Toshogu, pero con un estilo más moderado. El templo Rinnoji también merece una visita, especialmente el salón Sanbutsudo, famoso por sus estatuas doradas. Por último, el icónico puente Shinkyo, de color rojo intenso, marca la entrada tradicional a los templos de Nikkō y es considerado uno de los tres puentes más bellos de Japón.

Los cinco lagos de Fuji

Lagos Fuji

Los Cinco Lagos de Fuji (Fuji-goko) conforman una de las regiones más pintorescas de Japón, situada en la base del icónico Monte Fuji, dentro de la prefectura de Yamanashi. Formados por antiguas erupciones volcánicas, estos lagos se encuentran a unos 1,000 metros sobre el nivel del mar y ofrecen vistas espectaculares del monte, convirtiéndose en un destino popular para turismo, senderismo y pesca. El más famoso es el lago Kawaguchi, cuyo reflejo del Monte Fuji es un símbolo de la región. Rodeado de hoteles y eventos culturales, es el único de los cinco que tiene una isla en su interior. 

Por otro lado, el lago Motosu destaca por su profundidad de 140 metros y por ser la inspiración para la imagen de los billetes de 1,000 yenes. El lago Sai es conocido por su cercanía a Aokigahara, el misterioso «mar de árboles». El lago Shōji, el más pequeño, aún conserva restos de lava en sus orillas. Finalmente, el lago Yamanaka, el más grande y oriental, es popular por sus aguas cristalinas y su ambiente tranquilo. Además de los lagos, la región alberga onsen, el parque de atracciones Fuji-Q Highland y senderos de escalada, atrayendo a millones de visitantes cada año.

Itsukushima

Itsukushima

Itsukushima, más conocida como Miyajima, contiene el afamado Santuario de Itsukushima, un conjunto arquitectónico construido sobre el agua, cuyo icónico torii flotante se convierte en un espectáculo visual cuando la marea está alta. Declarado Patrimonio de la Humanidad en 1996, el santuario es venerado desde tiempos antiguos y ha sido reconstruido en varias ocasiones debido a desastres naturales y conflictos.

Desde el ferry, las vistas de la isla ya cautivan al visitante. Sus calles, como Omotesando, ofrecen un ambiente encantador con tiendas y restaurantes. Los ciervos sagrados deambulan libremente, añadiendo un toque místico al entorno. Cerca del santuario, el templo budista Daishoin es otro imperdible. Su atmósfera serena, junto con su cueva de budas y escaleras adornadas con cilindros de oración, hacen que la visita sea especial. Para quienes buscan una aventura más intensa, el monte Misen, con 530 metros de altitud, ofrece rutas de senderismo y vistas espectaculares. También puede alcanzarse en teleférico.